viernes, 2 de noviembre de 2012

Requiem para un año que se va.

Cuentas en el cielo, dibujan.
Desde diez a cero, como si un año nuevo arrancara.
Y lo hace, penetra nuestros cuerpos,
ingresa por tus oídos que sangran en silencio y sin saberlo.
 Cada año pasado, pisado, pesado, posado en una rama.
 Las trescientas veces que hice la cama y las trescientas sesenta y cinco que la deshice.
Los cuatrocientos treinta y cinco "Abra aquí" a los que obedecí sin tregua. Las tres mil quinientas doce veces que moví mi mano hacia arriba y hacia abajo con cadencia sobre mis testículos antes de dormir.
En el silencio de las noches, regalándole a la luna mi única habilidad nocturna tras días de sufrir mi propia existencia.
El millón de partículas salivales y de mucosa que repartí al estornudar en lugares varios.
Las tres millones quinientos cincuenta mil doscientos trece veces que apreté las teclas de estos teclados inmundos que alojan entre ellas civilizaciones necroscópicas que conspiran año a año contra la raza humana. Que batallan y batallan, y que por razones obvias de táctica y estrategia aun no han vencido, pero algún día lo harán.
Las trescientas sesenta y cinco veces que desperté a tu lado, y besamos la muerte, con el gusto y el placer de estar enamorados.
Las doscientas treinta y dos veces que te blasfemé, que te vituperé, y la consecuente misma cantidad de veces que te abrace y busque tu calor para no sentirme tan solo en mi o para al menos fingir o disimular que lo estoy/estamos como cada día.
La única vez que abandone un ser vivo que me necesitaba y me avergoncé de ello como volvería a hacerlo mil veces.
Y una vez mas, porque no, un puto reintento de escribir, acerca de esas cuatrocientas diecisiete veces que pensé, leí o escuché algo y dije "uh, si tuviera un blog, escribiría sobre eso..."
Acá estoy, para mi, bienvenido.